Determinan obesidad, alimentos “chatarra”
“Somos la primera generación que podemos ver morir a nuestros hijos jóvenes por diabetes y obesidad”, dijo María Isabel Ortega Vélez, del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) de Hermosillo, Son.
Doctora en Nutrición por la Universidad de Cornell, Ithaca, EU, Ortega Vélez participó en la videoconferencia “Los retos de la salud pública en México”, que organizó el Centro de Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).
Dijo que los sectores pobres enfrentan el problema de malnutrición, al saciar su hambre con alimentos chatarra, que les causan obesidad.
Es importante un cambio sustancial en la política pública alimentaria nacional que considere tanto la cantidad como la calidad de la dieta y es “indispensable que exista un involucramiento más responsable de la industria, que se comprometa no sólo con la oferta de productos saludables, sino que participe en el control de la publicidad de alimentos no saludables”.
Comentó que la obesidad es un problema complejo de salud pública en el mundo. Por un lado, existen más de mil millones de personas que padecen hambre y, por el otro, el sobrepeso y obesidad están a la alza.
En México, ambas situaciones están estrechamente ligadas a la pobreza, porque los costos de alimentos con mayor contenido energético (refrescos, jugos azucarados) y calórico, y no necesariamente nutricional, son los más económicos, por lo que la población deja de consumir frutas y verduras. Satisface su hambre, pero no necesariamente sus necesidades nutricionales.
Refirió que el esquema de transición nutricional del mundo desarrollado se integra por tres fases: disminución de hambrunas, enfermedades crónico-degenerativas y cambio conductual. México está en la segunda etapa, derivado de una dieta alta en azucares, grasas y una vida sedentaria.
Datos del 2006 estiman que el sobrepeso y obesidad alcanzan al 62.5% de la población. Los cambios más severos ocurrieron en regiones marginadas del sur del país (81%) y se detectó que las mujeres con bajo peso, peso normal o con obesidad sufren de anemia y sus conductas alimentarias provocan una programación fetal, pues más niños nacen con bajo peso y prediabetes, por su intolerancia a la glucosa.
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