martes, agosto 28, 2012

Salud entre los indígenas


Levantar la mollera

Levantar la mollera es elevar la depresión de la fontanela anterior con masajes y emplastos, según la medicina tradicional mexicana, cuyo carácter es solo cultural.

Este padecimiento afecta, en especial a la población infantil. Sus causas más frecuentes son cambios bruscos de postura, originados por una caída o un golpe. El terapeuta la diagnostica palpando y midiendo con sus dedos en la fontanela el grado de hundimiento, percibe el latido de la campanilla y sus cambios de posición, forma de respiración y sonidos vocales.

Los tratamientos son de tipo mecánico para colocar la mollera en su sitio, como la paladeada que es uno de los más peligrosos, porque hay el riesgo de romper el paladar, por lo que debe practicarla un especialista. Para ello, el terapeuta envuelve sus dedos índice y medio con un tomate (Physalis sp.) asado y masajea la región del paladar, la base de la lengua y la úvula y presiona hacia arriba con fuerza.

A veces, con el dedo pulgar de la mano derecha, untado con miel, presiona sobre el paladar blando del niño por tres veces consecutivas. Este método es diagnóstico y curativo, ya que al manipular la úvula palatina se conoce el tipo de susto que padece el enfermo y se reacomoda la mollera.

Otros terapeutas cuelgan al niño con la cabeza hacia abajo y lo sacuden en forma vertical; luego le golpean la planta de los pies con la palma de la mano. La idea es que la fontanela, al desplazarse, recupere su posición habitual por fuerza de gravedad. A veces, la cabeza se suspende y la coronilla hace contacto con una bandeja de agua para que el líquido (elemento frío) le quite la frialdad de la cabeza.

Existen también tratamientos, como soplar en la boca y nariz del niño para crear presión y que la mollera vuelva a su lugar. Algunos médicos tradicionales colocan emplastos sobre la depresión del cráneo, los cuales no son una acción mecánica, pero tienen la capacidad de jalar la mollera deprimida.

Para mantenerla húmeda y caliente, se le coloca encima tomate (Physalis sp.) asado, solo o con sal, o se cubre con rodajas de jitomate (Lycopersicum esculentum) caliente y maíz (Zea mays) martajado y se arropa con papel de China y un lienzo tibio mojado con clara de huevo. En otros casos se utiliza leche materna mezclada con sal, frotada en la cabeza con aguardiente o con alcohol, siguiendo la forma de una cruz y se colocan rebanadas de cebolla (Allium cepa). En algunas ocasiones, sólo se cubre con una vilma de papel rojo mojado con azúcar o con un papel impregnado en aceite.

Como medida preventiva para los recién nacidos, se acostumbra sobar su cabeza con movimientos ascendentes desde el cuello hasta la parte superior del cráneo, ya que se estima que la enfermedad es más frecuente en quienes no fueron sobados de pequeños. En algunas comunidades, colocan al niño en una cobija muy tirante y lo hacen rodar de un lado a otro.

Estos tratamientos se acompañan de la ingesta de tés, como agua de tiempo, antes o después de practicarlos. Se recomiendan los de árnica (Heterotheca inuloides), albahaca (Ocimum basilicum), canela (Cinnamomum sp.), encino (Quercus sp.), guayaba (Psidium guajava), cedrón (Aloysia triphylla), toronjil (Agastache mexicana) y manzanilla (Matricaria recutita).

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