sábado, octubre 10, 2015

Diseño del nuevo ser humano

Ciencia natural vs ciencia académica

Cuando hay algún enfermo, lo común es que las personas recomienden darle algún tratamiento alternativo, sea con yerbas, frutas, verduras o de cualquier otro tipo.

Algunas veces, esos remedios son parte de la tradición que corre de boca en boca; otras, consejos de algún familiar o conocido, y la mayoría de las veces, simples comentarios, pláticas o remedios que escucharon de alguien, pero sin el conocimiento ni la práctica respectiva, muchos menos, la validación sobre la bondad o no de tal consejo.

“De médico, poeta y loco, todos tenemos un poco”, reza la consigna popular y en esto se cumple a la perfección.

Por supuesto, existe la ciencia natural que por siglos (o, tal vez, milenios) se ha utilizado para curar algunos problemas de salud.

Su validación se la dan los muchos años de práctica común y, en ciertos casos, la academia la corroboran.

De ahí surge la medicina tradicional en diversos pueblos y naciones. Al igual que los curanderos empíricos, muchos de cuales son de excelencia.

Ese principio de conocimiento vuelve ahora con mayor fuerza y se explaya con abundancia en redes sociales.

Los más difundidos son los referentes a tratar la obesidad y la modulación de ciertas partes del cuerpo humano para obtener una figura física envidiable, similar a la que lucen actrices o artistas de moda.

Son muchas jóvenes quienes caen con facilidad en esos consejos, aunque también las personas adultas llegan a utilizarlos.

Los resultados, por lo general, no son positivos y, en algunas ocasiones, causan algún daño físico y, sobre todo, emocional.

Los tratamientos de ese tipo, cuando son reales, en general, en sus comentarios finales o en las recomendaciones sostienen que se trata sólo de información no validada en la práctica de la salud, por lo que se debe recurrir al médico o al trabajador de la salud para su uso adecuado.

Por supuesto, está también el principio general del criterio personal de quien recurre a ellos.

No todo lo que se dice, sea la voz popular o medios informativos, en todos sus matices actuales, puede ser seguro.

Más cuando esos consejos carecen de formas y modos de preparación o de indicaciones sobre los problemas colaterales que pueden desencadenar.

Además, cada organismo responde de manera diversas a los medicamentos, aun en el caso de los tratamientos formales o de productos de patente.

Aunque la raíz de la mayoría de los medicamentos de patente tiene su origen en el conocimiento popular, siempre existe su valoración en instituciones públicas o privadas de salud, antes de salir al mercado.

De hecho, algunos de estos medicamentos, con el paso del tiempo, se descubren ciertos malestares a algunas personas, lo que obliga a la ética profesional de los laboratorios a incluir en las etiquetas las posibles contraindicaciones o problemas que puede generar su consumo.

Algo similar acontece con los tratamientos populares, aunque aquí, por el uso generalizado, no existen advertencias o contraindicaciones.

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