Inflamación aguda o crónica de las cavidades en forma de saco, llenas de líquido sinovial, localizadas en sitios donde se produce fricción, como tendones y músculos. Estas bolsas facilitan el movimiento normal reduciendo, al mínimo, la fricción entre las partes movibles. La mayor parte de las bursitis se localizan en el hombro, codo, rodillas, etc. La causa no se conoce, pero es común que se produzca por traumatismos, sobreuso, infecciones agudas o crónicas, artritis inflamatoria o reumatoide, gota y otras más, poco comunes.
La bursitis del hombro puede deberse a desgarres parciales o completos e hipersensibilidad a la presión, produce dolor agudo por encima del húmero que se acentúa al flexionar el brazo cuando se eleva, lo que limita el movimiento.
Si el problema es superficial, la pared de la bolsa secreta un líquido, se inflama y enrojece. Cuando es por cristales de ácido úrico o bacteriano es muy dolorosa, roja y caliente. La crónica ocurre por traumatismos repetidos y sus síntomas aparecen después de ejercicio o esfuerzo poco habituales. La pared de la bolsa se engruesa y, con el tiempo, llega a desarrollar adherencias, vellosidades y depósitos cálcicos. El dolor, inflamación e hipersensibilidad causan atrofia muscular. Las calcificaciones pueden apreciarse con una radiografía y, en la gota, se observan cristales de ácido úrico, durante las crisis inflamatorias agudas.
Si es aguda, pero no por infección, es útil la inmovilización y tomar antiinflamatorios. El movimiento voluntario debe aumentar a medida que cede el dolor. Si no se corrige la causa subyacente, como artritis, gota o sobrecarga laboral, la bursitis puede volverse recurrente.
La medicina alternativa ofrece varias opciones, como acupuntura, moxibustión, electroacupuntura, masaje, estimulación eléctrica con tens, calor local y aplicación de cremas y ungüentos antiinflamatorios. Una alimentación libre de irritantes ayuda, de alguna forma, a recuperarse más rápidamente.
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