El golpe de calor es una enfermedad que puede poner en peligro la vida. Su causa es una prolongada exposición al calor, en la que la persona no puede sudar lo suficiente para hacer descender su temperatura corporal.
Se desarrolla rápidamente y no siempre hay signos alarmantes, como dolor de cabeza y vértigo o fatiga, ni tampoco presenta disminución del sudor.
La piel está caliente, enrojecida y, generalmente, seca; el ritmo cardíaco se acelera en forma rápida y puede alcanzar 160 a 180 pulsaciones por minuto, en contraposición con el índice normal que es de 60 a 80, y el ritmo respiratorio se acelera, aunque la presión arterial, rara vez, varía.
La temperatura corporal, que debería tomarse en el recto, asciende rápidamente a 40 ó 41 grados centígrados. La persona puede sentirse desorientada y confundida y perder, en forma rápida, la consciencia o tener convulsiones.
El golpe de calor puede causar trastornos permanentes en órganos internos, como el cerebro, si no se trata de inmediato, llegando a sobrevenir, a menudo, la muerte. Los ancianos y quienes sufren una enfermedad debilitadora, incluyendo los alcohólicos, tienden a ser los más perjudicados.
Su tratamiento es urgente. Si no es posible trasladar a la víctima a un hospital, habrá que envolverla en sábanas o prendas mojadas, sumergirla en un lago, laguna, arroyo o bañera con agua fría e, incluso enfriarla con hielo, mientras se espera su traslado.
Es posible que el enfermo necesite recibir medicamentos por vía intravenosa para controlar las convulsiones. Debe guardar reposo en cama varios días. La temperatura puede sufrir oscilaciones durante semanas.
Fuente: Manual Merck. Información Médica para el Hogar.
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