El ombligo
El ombligo es la cicatriz que queda expuesta sobre el abdomen después de la caída del cordón umbilical y, al igual que la placenta, recibe un tratamiento ritual cuando se desprende, pues se piensa que sigue formando parte del individuo y todo lo que le pudiera ocurrirle repercutiría en su bienestar, según la medicina tradicional, cuyo carácter es sólo cultural.
La práctica está en función del sexo de la criatura, vinculada con su destino: de ser niña, se entierra en el interior de la casa, bajo o cerca del fogón para augurar que sea una mujer de su casa; el de los varones se entierra o se deja en lugares asociados a labores productivas para augurar el éxito en sus obligaciones.
Los huicholes de Tuxpan, Jalisco, evitan que el ombligo del recién nacido llegue a manos de quien desee hacerle daño, por lo que lo entierran secretamente al pie de un árbol o la madre lo mantiene oculto entre sus posesiones más valiosas.
En Morelos, acostumbran colgarlo de una viga donde el humo lo alcance o enterrarlo cerca del fogón para que su calentamiento se transmita al estómago del bebé. Los totonacos de Amixtlán, Puebla, lo cuelgan en la punta de un árbol para que cuando llegue a adulto pueda trabajar en lo alto sin perder el equilibrio y asegurar buenas cosechas en las faldas de los cerros.
Los mayas de Yucatán lo entierran al pie de las raíces de un árbol para que cuando llegue a adulto no ande busque y busque, sino que eche raíces en su pueblo natal y sea una persona estable.
Diversos grupos mayenses lo relacionan con el destino deseado para el recién nacido: si es niño, el corte se efectúa sobre una mazorca para presagiar a un buen milpero o sobre un hacha para que sea un buen leñador; si se trata de una niña, se realiza sobre un carbón o sobre una piedra de moler para que sea una buena cocinera y ama de casa.
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