Una visión desde la sanación Adaba
El aura es un sistema de muchos niveles con densidades y frecuencias distintas. De alguna manera, constituye una especie de holograma del alma, hallando en él todos los ámbitos: psicológico, mental, espiritual, etc.
El aura contiene toda nuestra realidad psicológica y en ella toman forma pensamientos, sentimientos, deseos y emociones, como si se tratara de la pantalla de un televisor. Se pueden ver distintos canales dependiendo de la frecuencia donde sintonicemos, pero, a diferencia del televisor donde las personas no están realmente allí, en el aura emociones y pensamientos sí lo están, al menos, como estructuras con las que se puede interactuar si sabemos cómo.
La mente, lo espiritual, etc., ocurren sólo en el cerebro y eso se debe a que en sí mismo opera como un procesador. Sentimos una pena que nos aprieta el corazón y decimos: “esta pena está ocurriendo en el cerebro”, ya que así nos lo han dicho la psicología e ideas científicas más aceptadas.
Los investigadores abren el pecho con bisturí y no la encuentran, pero sí registran actividad en el hipotálamo y otras áreas del cerebro. Su conclusión es que “la pena está en el cerebro”.
Sin embargo, si pudieran observar el campo energético, verían que esa pena tiene forma y se ubica objetivamente a la altura del pecho y está realmente produciendo un tipo de opresión.
“El aura es el «eslabón perdido» entre la biología y medicina física y psicoterapia, «lugar» donde se localizan todas las pautas sobre emociones, pensamientos, recuerdos y comportamientos que solemos discutir incansablemente en la terapia. Estas pautas no están simplemente suspendidas en algún lugar de nuestra imaginación, sino que se sitúan en el tiempo y espacio”, dice la sanadora Bárbara Brennan, en su libro “Manos que curan”.
Sentimientos y emociones están relacionados al campo energético. Son inseparables y ésa es la razón de por qué los llamados “remedios vibracionales” (como las Flores de Bach), al actuar sobre la energía del aura producen cambios emocionales y de percepción como lo reportan casos clínicamente descritos.
Nuestro pensar y sentir son experiencia subjetiva de eso que ocurre en algún nivel energético y lo revolucionario de entenderlo de ese modo es que si aprendemos a manipular esos niveles podemos obtener cambios psicológicos (e incluso físicos) muy precisos.
Desde el punto de vista de su naturaleza, el aura consta de un tipo de tejido, llamado energético, al no poder clasificarlo dentro de las categorías materiales de sólido, líquido o gaseoso, invisible a la percepción ordinaria, pero, con un poco de práctica, su realidad se vuelve inconfundible.
Pensamientos y emociones positivos generan un aura fluida y brillante, que se traduce en felicidad y bienestar. Por el contrario, pensamientos y emociones destructivos generan energías tóxicas que comienzan a acumularse en formas más o menos estables o estructuradas en el tiempo. Entonces nos sentimos bloqueados, desgarrados, tristes, infelices… porque estos elementos han ido oscureciendo y cortando el flujo natural y sano de la energía dentro del campo.
Ni la psiquiatría ni la psicología han podido aliviar el sufrimiento humano porque les falta esta comprensión energética. Se han centrado en estudiar el cerebro y lenguaje pensando que es la única manera de sanar los problemas de la psique. El hecho es que muchas veces no hay éxito terapéutico, porque aunque el paciente hable y tome consciencia de su dolor, no consigue dejar de sentirse mal. Los fármacos pueden ayudar, pero un abordaje desde la energía es siempre más certero y ofrece soluciones de fondo.
Sanador Francisco Moreno Téllez
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