El uso del ozono para la salud comenzó en Alemania. Su precursor fue Werner von Siemens y, más tarde, a principios del siglo pasado, Justus Baron von Liebig fue el primero en estudiar sus aplicaciones en el ser humano.
El ozono actúa como antioxidante, inmunomodelador (estimula los glóbulos blancos para aumentar las defensas del organismo ante agresiones exteriores, como infecciones, y la detección de células mutágenas que pueden producir o desarrollar enfermedades autoinmunes); a nivel de glóbulos rojos, aumenta la liberación de oxígeno generando mayor transporte a las células para mejorar su función, y la circulación, en general. También es un poderoso germicida: elimina hongos, bacterias y virus.
Este conjunto de beneficios hace que sus aplicaciones terapéuticas sean muchas y variadas para tratar enfermedades como carcinomas, esclerosis cerebral, parkinson, cistitis, trastornos circulatorios, hepatitis, cirrosis hepática y problemas vesiculares y reumáticos, artritis, hernias discales, tromboflebitis y várices, entre otras.
Para Benito Sierra Figueredo, médico certificado por el Instituto de Investigaciones de La Habana, Cuba, especializado en la aplicación de la ozonoterapia en México, la enfermedad, como su tratamiento, debe ser multifactorial.
Explica que la ozonoterapia se puede aplicar de diversas formas: la sanguínea, dermoterapia de gran volumen, dermoterapia de bajo volumen y la rectal, que se insufla el ozono directamente y se absorbe en tan sólo 40 segundos.
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