Llamado también golpe de sol o hiperpirexia. A veces, es repentino y precedido por síntomas como dolor de cabeza, mareo, vértigo, fatiga y malestar general, aunque no siempre ocurre así. La transpiración o sudoración disminuye y la piel está caliente, enrojecida y seca; el pulso aumenta en frecuencia, rápidamente, y puede alcanzar de 160 a 180 pulsaciones por minuto, aumenta la frecuencia respiratoria, pero es poco frecuente que se altere la presión arterial.
Es una urgencia grave y si no se trate de forma inmediata y enérgica, produce convulsiones, lesión cerebral permanente y muerte. Una temperatura de más de 41ºC es signo de mal pronóstico; un grado superior, generalmente es mortal. Edad avanzada, debilidad y alcoholismo empeoran el pronóstico.
Si el hospital está lejos debe envolverse al paciente en sábanas húmedas, sumergidas en agua fría o helada hasta que se lleve al enfermo al servicio médico, donde se establecen medidas de control más precisas y se vigila continuamente la temperatura para evitar que descienda en forma abrupta. Es indispensable reposar en cama durante varios días. Tras un golpe de calor grave es posible que el paciente presente variaciones en la temperatura por algunas semanas.
El sentido común es la mejor prevención. Deben evitarse ejercicios extenuantes en ambientes muy cálidos o en espacios mal ventilados, y usar ropa pesada y aislante. Hay que restituir la pérdida de líquidos y electrolitos que suele ser imperceptible en un aire muy caliente y muy seco, mediante la administración oral continua de líquidos de sabor ligeramente salado.
A veces, no puede evitarse el ejercicio en ambiente cálido. En este caso, intente dar líquidos y sales minerales, mantener baja la temperatura de la piel, comer frutas y verduras frescas y tomar agua de frutas poco endulzada. Niños pequeños y adultos deben tener cuidados especiales.
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