martes, febrero 24, 2015

Rediseño del nuevo ser humano

Consumir menos carne

Día con día, gana terreno la propuesta mundial de disminuir el consumo de productos cárnicos, en general. Lo es por salud y por razones económicas.

Desde hace algunos años a la fecha, médicos, nutriólogos y cuidadores de la salud consignan que es demasiada proteína animal la que el ser humano consume en su dieta.

Este hecho sería una de las causas de origen de ciertos padecimientos en la edad adulta cuando aparecen los achaques.

Casi en esa misma medida en que se promueve un menor consumo de carne, aumenta el de vegetales; no tanto el de frutas, porque, al menos, en México, la población siempre la ha incluido en su dieta diaria.

No así las verduras que van como complemento, por lo general, y muy contadas veces como platillo principal.

El movimiento internacional del vegetarianismo (veganismo, le llaman ahora) le dio un fuerte empuje, más por moda que por motivos de salud.

Ese movimiento ha vuelto con renovados bríos. Ahora sí, el centro de sus propuestas es la salud, por lo que a los vegetales se les estudia más y se magnifican sus virtudes, aunque no siempre se acompañan de las referencias respetivas.

Cuando se descubrió la multifuncionalidad de los vegetales, el mundo se inundó de tales virtudes y ahora es común hallar en libros, revistas y, sobre todo, en la red informativas decenas de artículos que hablan de tales beneficios.

El mexicano, como casi todo el mundo, es carnívoro por naturaleza. La carne, hasta mediados del siglo pasado, fue un símbolo de estatus social. Los ricos la comían carne en abundancia; los pobres, sólo huevo, frijoles y yerbas.

Los domingos y días de fiesta eran la excepción.

La conseja popular lo decía con realismo: “cuando hay pa’carne es vigilia”.

La estabilidad económica y crecimiento de la base social de la clase media, junto con una mayor oferta de productos cárnicos, cambió esa visión.

El actual mercado abierto tiene una sobreoferta de carnes y, en consecuencia, ese elemento es parte básica de la dieta consuetudinaria.

Sin embargo, las últimas crisis económicas vienen a colocar, nuevamente, a la carne en sitios no tan al alcance de todo mundo.

El kilo de carne de pollo, que es una de las preferidas de las amas de casa, ronda los 70 a 90 pesos, casi 1.5 salarios mínimos; la de res y puerco superar los 150 pesos.

El resto de ellas pasan al renglón de sólo “de vez en cuando” o en ocasiones muy especiales.
Mientras las verduras, en especial las cocidas al vapor, ganan más y más adeptos entre las diversas capas sociales.

Existe una velada conciencia de que el abuso en el consumo de carne es una de las causas de la obesidad en México y muchos jóvenes están cambiando sus preferencias hacia pescados y productos del mar, como alternativas de comidas.

Las mismas autoridades agropecuarias (Sagarpa) promueven con fuerza el consumo de peces y mariscos, aunque no con tanta fortuna, porque este tipo de alimentación es de temporadas. Normalmente, la Cuaresma y diciembre son los más propicios para ese consumo.

El resto de año, no.

Tan es así que son pocos los restaurantes o cocinas económicas que ofrecen productos del mar; comparativamente, abundan los de productos cárnicos.

Las nuevas corrientes de la alimentación no desechan del todo el consumo de carne, pero sí lo limitan a cantidades menores a las acostumbradas para dar preferencia a verduras de todo tipo.

Consideran que la alimentación del futuro para una buena salud debe equilibrar frutas, verduras y carnes para ser completa y saludable.

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