viernes, abril 24, 2015

Rediseño del ser humano

Herbolaria

México, al igual que otros países, tiene una añeja tradición en el uso de plantas medicinales para tratar diversos problemas de salud que aquejan a la población.

De hecho, en los tiempos precolombinos y posteriores, la población acudía a ellas para enfrentar los tipos de enfermedades, propias de esos ayeres.

El surgimiento de los medicamentos y el desarrollo de la química médica arrinconó a las yerbas del uso cotidiano, pero no las desapareció.

“Para mí es más fácil tomar una aspirina para el dolor de cabeza que estar cada hora tomando chochitos o tés”, comentó un médico del staff de Ely Lilly, después de una conferencia de prensa donde se presentaron los adelantos farmacéuticos contra los padecimientos más comunes de los tiempos modernos.

La herbolaria es común hallarla en las grandes ciudades, en pequeños poblados y hasta en comunidades incomunicadas.

“No queremos al Seguro (Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS), sino que respeten nuestras tradiciones de yerbas”, le comentó, abiertamente, una maya al dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), Hugo Andrés Araujo de la Torre, durante su campaña para llegar a esa dirigencia campesina.

Años atrás, un gira de trabajo, precisamente con el IMSS a la Mixteca oaxacaqueña, donde se implantó el programa gubernamental “Imss-Coplamar” (Coplamar fue la designación pomposa de un proyecto de atención a la salud de las comunidades marginadas) me reveló lo enraizado de la herbolaria en esas comunidades, alejadas de la civilización y a donde sólo se llega a lomo de caballo.

Igual sucedió en otra gira de trabajo realizada por el Valle del Mezquital, en el Estado de Hidalgo, y algunas visitas de trabajo al triángulo de los Estados de Nayarit, Jalisco y Sinaloa, en lo que se denominó Plan Huicot, en referencia a las tres principales etnias que habitan esa región: huicholes, coras y tepehuanes.

Esta tradición herbolaria está más enraizada en comunidades indias, como los tarahuamaras en el norte nacional o mayas en la Península de Yucatán.

Aunque también prevalece viva en las afueras de la Ciudad de México, como entre los mazahuas, del Estado de México, y hasta en Xochimilco, al sur del Distrito Federal.

La tradición se recoge en libros, revistas y medios de comunicación populares, aunque, en los últimos años traspasó esos nichos de curación para llegar hasta los niveles institucionales.

En el Centro Médico Nacional del IMSS está un pequeño espacio, a cargo de la maestra en ciencias Abigail Aguilar Contreras, dedicado a la conservación de las plantas medicinales.

Especialistas en esta materia de la Secretaría de Salud (SSA) han intentado en algunas ocasiones incluir la herbolaria en el Cuadro Básico de Medicamentos.

Hasta ahora, no se ha logrado, pero la idea persiste.

Universidades, como la de Chapingo y algunas más tienen arraigada tradición en el estudio de las plantas medicinales.

La UNAM publicó, recientemente, un compendio sobre este mismo tema y el Instituto Nacional de Investigación Forestales y Agropecuarias (Inifap), de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), hizo lo mismo.

En los últimos años ha proliferado el número de empresas que se dedican a la oferta de productos herbarios, sea en su forma natural o procesados y enriquecidos.

Lo real es que, cada día, crece el número de habitantes que buscan más las plantas medicinales para tratar sus problemas de salud.

Muchas veces este uso de yerbas va de boca en boca y se conoce como “Recetas de la abuela”.

Este abuso de comercialización de plantas medicinales causa que algunas especies estén la lista de sobreexplotadas y, en algunos casos, en vías de extinción.

“Todo mundo vende plantas medicinales, pero se olvidan de cultivarlas”, comentó Manuel de los Santos, un ingeniero forestal que convivió durante varios años con los tarahumaras y mayas y de quienes aprendió muchos secretos sobre el uso de la herbolaria.

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